Este filme del director hungaro Béla Tarr es dentro de su totalidad algo absolutamente complejo, desde la primera secuencia dentro de un derruído bar campirano en la que el protagonista, János, hace una representación metafórica del movimiento de los astros y la inmortalidad que parece sencillamente sacada del teatro de lo absurdo de Antonin Artaud, por su fuerza existencial y carencia de sentido.
János vive con György Eszter en la campiña húngara, un prominente personaje en el pueblo y éste tiene una trasmisión en la radio y destaca una crítica, desde que Werckmeister (un teórico musical del siglo XVII) cambió los paradigmas armónicos, ha habido problemas en la estética y la filosofía occidental y que sus bases son falsas... ésto una crítica velada a la cultura occidental que da paso hacia otro aspecto relevante del filme, un bizarro espectáculo de circo con una ballena gigante disecada con una presencia maligna dentro de sí, "el principe". Esto último es un circo que congrega a multitudes desconcertadas y egoístas.
Es un filme lleno de metáforas, muchas con un carácter más político del que parece, podemos ver muchos trazos teológicos, una crítica a lo moderno y a la violencia y totalitarismo siempre con tomas largas, intensas y que pueden producir hastío, ansiedad y malestar; la música también oportunamente utilizada y que puede dar más intensidad a tomas más bien sencillas.
Después de leer toda la crítica ampulosa que se ha escrito sobre Tarr, toda esta parafernalia que se ha creado en torno a su obra se puede decir que sí su cine tiene grandes cargas metafóricas, alusiones muy ocultas, tomas exasperantes; es el cine de autor que pocos saben apreciar y que siempre dejan resabios incómodos sobre la realidad y sobre la propia condición que nos rodea.
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